Hace un par de semanas falleció Vidal-Beneyto a los 82 años, sin que esa edad provecta le hubiera quitado filo al espíritu liberal y provocador de quien en 1962 participó en aquel encuentro de opositores a la dictadura de Franco que la prensa adepta al régimen bautizó con el nombre de Contubernio de Múnich.
La muerte del sociólogo me trajo a la memoria un texto que publicó en las páginas de El País en diciembre de 2006 con el título “Demos también buenas noticias”. En aquel pequeño artículo se ocupaba de lo que parecer ser una patología crónica del periodismo de todos los tiempos: su compulsión obsesiva por las malas noticias, una predisposición enfermiza a trasladar a la opinión pública toda suerte de desastres, catástrofes y calamidades, a costa de expulsar del territorio de la actualidad a otras posibles noticias menos pesimistas. A resultas de esa enfermedad, cada día una pequeña colección de acontecimientos positivos, que podrían reconciliarnos con el género humano y sus andanzas, resulta orillada ante la superior fuerza gravitacional que las desgracias ejercen sobre los periodistas. Pero, no son únicamente los profesionales de la información los que sucumben al interés por saber de las desgracias ajenas, también el público consumidor parece deleitarse con el sufrimiento de los demás, ese sentimiento singular que en la lengua de Goethe se conoce como “schadenfreunde” y que describe Aristóteles en su Ética a Nicómaco.
Sobre la base de esa atracción por el lado crudo y salvaje de la vida, que parecemos compartir todos los humanos, se han edificado grandes emporios periodísticos como el que puso en pie el editor William R. Hearst, tal como cuenta David Nasaw en su documentada biografía Hearst. Un magnate de la prensa (2005). Para los desmemoriados, recordemos también que en este solar patrio funcionó durante años una cabecera periodística, El Caso, que tenía por único argumento informativo el relato con pelos y señales de toda clase de crímenes truculentos, robos y tragedias familiares. La fórmula, a pesar de los años transcurridos desde su invención, sigue funcionando a la perfección como se puede comprobar a diario, ojeando un periódico o sentándose ante un informativo de Antena 3 o Telecinco.
Me acordé de Vidal-Beneyto porque navegando sin rumbo por la Red fui a parar a la página de Periodismo humano (http://periodismohumano.com), un nuevo medio de comunicación que sus promotores han puesto en marcha recientemente, con un enfoque de derechos humanos y sin ánimo de lucro. El propósito que persiguen estos informadores-a-la-contra es hacer periodismo de calidad humana, veraz, honesto e independiente, y con la mirada puesta preferentemente en aquellas personas y lugares que rara vez aparecen reflejados en los medios tradicionales.
Al frente del equipo de redacción está Javier Bauluz, periodista y fotógrafo de prensa, Premio Pulitzer en 1995 por su trabajo informativo durante el conflicto de Ruanda, y Premio Periodismo y Derechos Humanos en 2008. La oferta informativa que Periodismo humano tenía en portada el 11 de abril incluía noticias, artículos, vídeos y fotografías sobre asuntos tan dispares como el negocio fraudulento de compra-venta de bonos de emisión de CO2, el movimiento ciudadano de oposición a Berlusconi que se ha organizado en Italia a través de Facebook, la reapertura de los colegios en Haití tras el terremoto del pasado enero o las limitaciones a la libertad de información que sufren los periodistas en Honduras.
Seguramente, Vidal-Beneyto hubiera preferido un menú un poco más optimista y estimulante, pero la actualidad no está para muchas alegrías. En todo caso, reconozcámosle a Periodismo humano el valor de proponernos una mirada a este mundo y al que queda más allá de las fronteras del Occidente opulento, sin regodearse en las catástrofes, el crimen, las guerras y los asesinatos.
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